jueves, 1 de julio de 2010

Sobre el diseño y evaluación de los sistemas electorales



En base a las preguntas y a los principios presentados en el post anterior es que podemos pasar a establecer ciertas consideraciones previas para tener criterios de evaluación, en lo que a sistemas electorales se refiere.

Lo primero es que no hay ningún sistema ideal. El tiempo y el espacio son factores importantes para considerar que tal o cual sistema sea deseable. Lo segundo es que a los sistemas electorales se les pueden presentar múltiples exigencias. De ahí que sea preferible buscar satisfacer más de una exigencia, ya que los contextos complejos requieren de diseños complejos, pues tienen exigencias complejas que deben ser satisfechas. Lo tercero es que la relevancia de tal o cual exigencia depende, en gran medida, de supuestos teórico-democráticos y político-partidarios. Algunos partidos preferirán algunas exigencias por sus intereses. Asimismo, los académicos, investigadores e intelectuales pueden, además de su adhesión militante, expresar más claramente ciertas preferencias, en lo relativo a la satisfacción de exigencias, por las concepciones de lo que es (o debiera ser) la democracia. El cuarto punto que se debe tener en cuenta es que no es posible satisface todas las exigencias al mismo tiempo y con el mismo grado de éxito. Esta afirmación está íntimamente ligada con la primera (no hay sistema electoral ideal). Lo que hay son diferentes exigencias y objetivos que están en conflicto. Todo diseño privilegia algunas exigencias en desmedro de otras o, incluso, prefiere tener éxito en la satisfacción de determinadas exigencias a costa de generar, con dicho diseño, deficiencias o fracasos en otras exigencias. El quinto punto se desprende de lo anterior: la opción por un sistema implica que consideramos preferible el satisfacer determinadas exigencias. Sin embargo, hay que buscar siempre minimizar la ignorancia e ingenuidad, ya que se puede pensar que un sistema podría resolver todas las exigencias de manera igualmente eficiente y exitosa. Finalmente, el sexto punto sostiene que si queremos satisfacer exigencias que normalmente son antagónicas, requeriremos de diseños bastante complejos con múltiples elementos.

Establecidos estos puntos, podemos pasar a ver cuáles son las expectativas realistas que, a nivel mundial, podrían esperarse de los sistemas electorales en general. Dichas exigencias nos podrán servir para pensar en posibles criterios para medir y poder evaluar rigurosamente a los sistemas electorales. Las cinco exigencias son las siguientes:

1. Representación: lo que se busca aquí es el sistema pueda representar a todos, es decir, los diversos intereses y las distintas opiniones que se encuentran en una sociedad determinada. Ello implica que las minorías puedan tener la posibilidad de ser representadas, pero también implica que exista cierta proporcionalidad en la representación que refleje la distribución de las fuerzas sociales y políticas existentes. La idea es que haya una proporción adecuada entre votos y escaños y que no haya grupos que carezcan de representación política.

2. Concentración o efectividad: esta exigencia tiene que ver con la capacidad que de poder generar acuerdos, tomar decisiones y realizar acciones políticas por parte de los diversos grupos y/o agregaciones de intereses. La idea es exigir que se pueda conformar una voluntad política. Esto se expresa en la posibilidad de reducir los partidos que obtienen escaños, así como en la posibilidad de formar mayorías o coaliciones. Ambos aspectos están íntimamente ligados con la idea de generar estabilidad política.

3. Participación: esta exigencia alude al margen de posibilidades que tiene el elector para con su voto. Si puede votar por una lista, o por un candidato o si tiene uno o más votos, etc. La idea es se tengan formas de votación más personalizadas. Lo que se busca con ello es generar una mayor relación, identificación, conocimiento y responsabilidad ente los candidatos y los electores.

4. Simplicidad: esta exigencia de carácter orientador tiene que ver con la aspiración a que el elector y ciudadano promedio pueda saber qué sucede con su voto. La idea es que el sistema electoral no sea muy complicado para que pueda ser comprendido su funcionamiento. Sin embargo, las tradiciones y costumbres relativizan esto. Y es que, podemos estudiar sistemas electorales de países con tradiciones institucionales bastante diferentes a las nuestras y pensar que dichos sistemas son mucho más complicados que los nuestros, cuando lo cierto es que quizá, en la mayoría de casos, a los ciudadanos que se rigen por ese sistema no les parezca muy complicado. Obviamente la rapidez para dar los resultados finales es algo que se incluye aquí. Las demoras en democracias no consolidadas pueden suscitar dudas frente a la transparencia de las elecciones.

5. Legitimidad: este criterio, de acuerdo a Nohlen, engloba a todos los demás. Básicamente tiene que ver con la aceptación de los resultados de las elecciones y con el reconocimiento de que las instituciones son legítimas. En pocas palabras, se trata de que los ciudadanos se rijan, y quieran regirse, por las reglas de juego, La idea es que el sistema pueda ser aceptado por todos y que sus resultados sirvan para unir al país, en lugar de para desunirlo. Asimismo, valoración que pueda tener la opinión pública del sistema electoral puede ser también un indicador de dicha exigencia.

A modo de conclusión podemos enumerar, parafraseando a Nohlen, diez tesis desarrolladas a lo largo del presente texto:

  1. Las instituciones poseen un peso relativo.
  2. La cultura política tiene incidencia en el desempeño de las instituciones.
  3. El sistema de partidos tiene efectos importantes en el sistema electoral.
  4. La política no puede ser reducida a la ciencia política.
  5. El politólogo tiene que tomar en cuenta la complejidad de la política si quiere hacer ingeniería política.
  6. El diseño institucional tiene que ser singular y contextual.
  7. La evaluación de los sistemas electorales no puede tener un efecto reduccionista.
  8. Tiene que haber más de un criterio para evaluar a los sistemas electorales.
  9. Los sistemas electorales pueden cumplir más de dos funciones de manera balanceada.
  10. El equilibrio es una articulación dinámica que responde a necesidades espaciales y temporales[6].

Podemos pues, terminar citando a Nohlen, para resumir en un par de líneas el imperativo del diseño y evaluación de los sistemas electorales: “No enseñamos el sistema electoral que sería mejor para resolver los problemas de gobernabilidad sin mencionar lugar y tiempo. La respuesta tiene que ser individual, dirigida a casos concretos”[7].

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[6] Nohlen, Dieter, Sistemas electorales y partidos políticos, México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2004, pág. 158.

[7] Ibid., pág. 159.

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Dieter Nohlen, profesor emérito de la Universidad de Heidelberg, Alemania, ha dedicado más de 30 años de carrera profesional al estudio de la democracia y las instituciones políticas en América Latina. Su obra Chile. Das sozialistische Experiment (“El experimento socialista en Chile”) publicada en 1973, marca el comienzo de un intenso interés por el desarrollo político, las causas de los quiebres democráticos, los regímenes neo-autoritarios de los años 1960 y 1970, las peculiaridades de la transición a la democracia en los 1980, el desarrollo democrático de los últimos 25 años y la discusión sobre la reforma institucional en la región latinoamericana.

Su inclinación por el conocimiento comparativo regional e interregional lo mostró de manera enciclopédica en su libro Los sistemas electorales del mundo (1981), cuya versión original en alemán fue publicada en 1978. Ya en aquella obra sintetiza su postura metodológica y enfoque de investigación. Adelantándose a las discusiones neoinstitucionalistas, propone un análisis institucional que tenga en cuenta la herencia histórica, los contextos socio-políticos y socio-culturales (véase Nohlen 1981: 616-50).

Su especialidad son, sobre todo, los sistemas electorales y sistemas de partidos, y las relaciones recíprocas entre unos y otros. Temas tratados magistralmente en su obra capital Sistemas electorales y partidos políticos (2004, 3ra. edición).

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